Haricob – El último duende

Marta Oliveri: ‘Haricob – El último duende’

(Del libro ‘Leyendas para mis hijas’)

Marta Oliveri
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Imagem criada por IA da Meta
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Cuando llegó el otoño a la ciudad, los duendes del Bosque Dorado decidieron partir hacia sus tierras “ Ya nada tenemos que hacer aquí, los niños  nos olvidaron, nadie podría devolverles la magia porque una niebla gris los adormece.

 – Vuelve con nosotros. – le dijeron a Haricob, el duende más obcecado, un idealista, como solían decir los doctos del realismo, un idealista sin más remedio. Y era cierto, tan cierto que ninguno de los duendes ni el más sabio logró convencerlo de su despropósito.

Y así Haricob se quedó en la ciudad muy a pesar de la opinión de sus hermanos.

El duende permaneció cobijado dentro del árbol, en tanto los otros emigraron hacia el bosque de los árboles dorados.

 Y así Haricob pasó el otoño mirando la lluvia crepitante de las hojas, intentando hacerse ver entre las plazas, INÚTIL, nadie lo notó ni cuando hacía bufonadas en el arenero, o realizaba pases de magia sacando unicornios diminutos de su sombrero de duende.

De modo que, a fuerza de ser ignorado, terminó por enfermarse. y comenzó a ponerse transparente. Este es un síntoma particularmente grave entre estas criaturas, pues es sabido que cuando un duende comienza a ponerse transparente corre el serio riesgo de desaparecer, :un hecho muy difundido entre las sensibles almas de las olvidadas fábulas..

Así, con gran tristeza , en su camita de hojas, Haricob vio llegar el invierno. Nadie quedaba ya en el viejo parque,y el duende fue sólo un contorno, una niebla temblorosa cubierta de hojas de otoño en su casita -raíz.

Una noche particularmente cruel ,el viento se arremolinó entre las ramas desnudas, llevaba en su gabán de aire las pocas hojas que quedaban y las más frágiles ramas caían exhaustas ante su aliento implacable. Haricob confuso por la fiebre recordó en un destello a sus hermanos duendes danzando en el bosque de los arboles dorados y se dijo: “Sin duda es el fin”.

Luego cerró los ojos para dejar que la muerte lo acunara en un último vaivén antes de conducirlo hacia el jardín de los abismos.

Pero sucedió que repentinamente las ventanas aletearon con furia y una luz intensa entró por ellas inundado toda la casita-raíz. Era nada menos que el ángel de las siete alas que visita a los duendes moribundos,también llamado el Emisario del Arco-iris

Y el ángel rozó con sus alas a Haricob, tocó tres veces el cascabel de la lluvia, y puso sobre la niebla frágil de su cuerpo la luz de un pequeño amanecer llovido, que parecía un corazón latiendo.

Haricob abrió los ojos y su cuerpo poco a poco fue recobrando su lozanía.

El ángel colocó sobre su mano una pluma y le dijo.:

– Esto es lo que te encomiendo:quédate en la raíz hasta que salga la primera luna de primavera, entonces cuando la veas erguirse en el cielo teñida del color de las amapolas,, saldrás de la choza.

Y el ángel miró con tristeza el parque a través de la ventanita.

– Porque he de decirte que habrá un gran incendio en la ciudad y sólo se salvarán los buenos, los justos, los puros de corazón y de eso sabrás porque aquel a quien toques con tu pluma será salvo. el resto no sobrevivirá.

Y así dicho, el ángel vuelto luz, destello,relámpago de antiguos arco-iris, desapareció por la ventana.

Pasaron los días de invierno entre vientos y pálidos recuerdos.

Finalmente una noche, la brisa se dejó sentir tibia y el duende pudo ver, como un disco bermejo en el cielo, la luna anunciada, “Esta es la noche” – se dijo. Y salió sin olvidar la pluma que le legara el ángel.

Más allá del parque comenzaba a divisarse el contorno de las primeras llamas.

Y Haricob vio en el arenero a un muñeco abandonado , casi irreconocible por el lamentable estado en que lo dejaran, su pluma lo rozó, y las palabras salieron de su boca como dictadas por una antigua voz ya olvidada:

– Levántate pequeño muñeco, porque habrá un gran incendio en la ciudad y sólo se salvarán los buenos, los justos, los puros de corazón.

 El muñequito se incorporó y caminó con paso tambaleante colocándose detrás del duende.

Haricob vio entonces a una paloma que abría su pico agonizante y repitió las mismas palabras..

– Levántate palomita porque habrá un gran incendio en la ciudad y sólo se salvarán los buenos, los justos, los puros de corazón.

Y la paloma comenzó a mover sus alas y se unió a Haricob.

Y así la pluma del ángel fue rozando uno por uno a los inocentes de la tierra hasta que se formó una gran caravana, incluso los árboles salieron de sus prisiones de piedra para seguir al pequeño duende. 

También aquellos que dormían dolientes entre las bolsas de residuos, los que nada ya tenían que perder hicieron una gran hilera que se abrió rumbo al bosque de los árboles dorados.

La ciudad entera ardió en llamas cuando Haricob cruzó el camino allí donde lo esperaban sus hermanos los duendes.

Entonces fue el primer día…

Marta Oliveri

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Cuando mueren los ángeles

Marta Oliveri: ‘Cuando mueren los ángeles’

(Cuento del Libro LEYENDAS)

Marta Oliveri
Marta Oliveri
Imagen creada por IA - 25 e agosto de 2025, às 15:38 PM
Imagen creada por IA – 25 e agosto de 2025,
às 15:38 PM

Lo que voy a relatar a continuación, dijo el ala de un ángel no es ni una fábula, ni siquiera lo que algunos personajes del saber suelen denominar un texto narrativo. No siento deseos inaugurar el pesado deber de divertir a mis lectores, porque he aprendido que de la diversidad está hecha el alma fragmentaria. No
es difícil descubrir el Enigma que llevamos dentro de nosotros. Algunos por un motivo u otro, nacen de un soplo semejante al de los Azules inconmensurables, esos que no tienen explicación científica en la bóveda celeste que abraza a la tierra.

Era un paraje desierto como todos los parajes que abundan allá por las tierras lejanas del medio oriente. Un calor agobiante se clavaba sobre la arena, ningún refugio, ninguna vegetación, salvo esporádicos cactus y zarcillos.

Dos peregrinos, un hombre y una mujer con un recién nacido en los brazos, marchaban cubriéndose con un manto contra los fuertes remolinos de arena. Se los veía agobiados, la sed y el hambre los acosaban, caminaban hundiendo sus sandalias en la arena hiriente. Y sus labios estaban resecos por sol implacable y el viento.

Cuánto tiempo había pasado desde que iniciaron su peregrinaje, ya no podían recordarlo. El hombre miró el horizonte, llevaba el pecho desnudo y un turbante. Se restregó los ojos y le dijo a su mujer:
Mira, allí hay un Oasis. Puedo ver las palmeras y el agua refleja los colores de sus hojas—. Cayó luego sobre la arena, se arrastró unos apenas pasos, finalmente murió.

La mujer logró caminar un tiempo más. No había ningún oasis tal como le anuncia a su esposo. Logró, ampararse, hacia el atardecer entre unas matas secas Un gran cactus, daba una sombra extendida en el oblicuo crepuscular y allí se durmió abrazada a su hijo.

Desafortunadamente no la sorprendió el alba durante la noche el agotamiento había terminado con su pobre corazón y el niño quedó solo, arrinconado junto al pecho de la madre. Bebió los últimos sorbos dulces que aún brotaban de sus senos.

Podría haberlo recogido algún animal mítico o algún milagro del desierto. Nada de eso. El niño cayó en un profundo sueño donde las criaturas oníricas nos relatan otras geografías. Y aun dormido el pequeño sintió que dos suaves manos bajaban del cielo y lo abrigaban, tal vez fuera la luna. Tal vez el espíritu de un ángel perdido.

Es sabido cuando los ángeles pierden el camino de la virtud. Recuperan el sendero de La Piedad.

Este fue tal vez el destino del nuevo ángel que subía ahora a los cielos de los sueños, carne de la carne sangre de la sangre, hijo de la tierra sembradora, hijo de los oráculos. Y así vivió sus años en el umbral de lo real y la desmesura del onírico.

Anduvo él peregrinando por los más diversos territorios, se hizo mercader, zapatero, poeta, alcohólico. E incluso asesino, posiblemente producto de una pasión desavenida. No es para asustarse, el corazón humano bombeaba en él con la intensidad de todas las pasiones y… si Dios era todos y cada uno, si Dios estaba en todas partes, a él, qué era un ángel, le era ha dado actuar como todos los hombres

Más cómo suele suceder en los relatos de corta traza. Es menester decir qué pasó el tiempo, Demás estaría contar las excesivas rencillas, aventuras y desventuras que acompañaron su vida. Un ángel suele ser excesivamente entrometido en las cosas del mundo y sus historias son infinitas y no siempre de mucho interés.

De modo que el tiempo dejó caer su reloj de arena. Irremediable, CRONOS que aún se da el lujo de envejecer a Los Ángeles y a los dioses. Entonces luego (por mencionar algunos de sus avatares) de haber perdido más de cincuenta estancias tres reinos Y un imperio. De haber llevado las costras de la virtud como Job, sobre su cuerpo y más tarde, en la madurez predicar las Bellas Artes del amor por sobre todas las formas de la moral.

El ángel, ya agotado de tanta fábula, volvió al desierto. Se sentó junto al cactus donde había muerto su madre. Y en un gesto de sumo desprendimiento, me arrancó de sus espaldas entregándome al dios de los vientos. Después cerró los ojos. Y en un segundo sueño, bajo el gran Enigma de lo real, volvió a ser un hombre. Un hombre sencillo. De esos que no poseen grandes ambiciones, Así como tampoco mayores ideales. Un hombre como todos en el tablero perfectamente diagramado de la historia humana.

Desde entonces vago en mi destino errabundo sin quejarme. Mis sueños acompañan a los de la pluma y la niña. Mi alma vuela solitaria como una hoja de otoño en el secreto de la metáfora, que es la vida en el inicio de sus fulgores.

¿Cuándo mueren Los Ángeles? La respuesta es sencilla: Un ángel muere cuando ha comenzado a suponer que es un hombre.

Marta Oliveri

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A lenda da vitória-régia

SAÚDE INTEGRAL

Joelson Mora: ‘A lenda da vitória-régia e a saúde integral’

Joelson Mora
Joelson Mora
Imagem criada por IAdo Bing - 25 de agosto de 2025, às 9:30 PM 
Imagem criada por IAdo Bing – 25 de agosto de 2025, às 9:30 PM 

Entre as margens silenciosas dos rios amazônicos, vivia a jovem indígena Naiá, de beleza singular e coração cheio de sonhos. Sua tribo acreditava que a deusa da lua, Jaci, descia à terra em noites de luar brilhante para buscar as mais belas jovens e transformá-las em estrelas, eternizando seu brilho no céu.

Naiá cresceu ouvindo essas histórias e passou a nutrir um desejo ardente: ser escolhida por Jaci e alcançar a eternidade como estrela. Em cada noite iluminada, caminhava pela floresta e olhava para o alto, tentando seguir o rastro da lua.

Certa noite, ao ver o reflexo prateado de Jaci nas águas calmas de um lago, Naiá acreditou que a deusa havia descido para buscá-la. Sem hesitar, inclinou-se para tocar a luz, mergulhando em busca do sonho. Mas o contato com a água levou sua vida.

Jaci, comovida pelo amor e coragem da jovem, decidiu não deixá-la sem recompensa. Transformou seu corpo em uma majestosa flor – a Vitória-Régia, rainha das águas da Amazônia. Suas folhas fortes sustentam o peso da vida, e suas flores se abrem apenas à noite, como forma de reverenciar a lua.

Assim como Naiá buscou se transformar para alcançar a luz, nós também somos chamados à mudança quando queremos viver com mais equilíbrio. A Vitória-Régia nos ensina que a saúde integral nasce quando unimos cinco pilares:

Corpo: firme como as grandes folhas que sustentam a flor.

Mente: serena como a superfície da lagoa, onde pensamentos encontram paz.

Emoções: belas como as pétalas que se abrem sob a lua.

Espiritualidade: luz que guia, como Jaci iluminando o caminho de Naiá.

Ambiente: água limpa e nutriente, lembrando-nos da importância de um espaço saudável para viver.

A transformação exige coragem, escolhas conscientes e propósito. Que possamos, como Naiá, buscar nossa própria luz, florescendo com equilíbrio e plenitude.

Joelson Mora

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Mais do que uma madrugada

Eliana Hoenhe Pereira: ‘Mais do que uma madrugada’

Eliana Hoenhe Pereira
Eliana Hoenhe Pereira
“A janela entreaberta foi invadida pelo olhar da Lua desinibida”
Microsoft Bing. Imagem criada pelo Designer

A música tocava suavemente.

falava de um relacionamento

que, como uma lenda,

nem o vento balançava com o tempo.

Despertava uma aproximação

e instigava a sensação.

A janela entreaberta foi invadida

pelo olhar da Lua desinibida.

À cortina balançava e assoprava

 um perfume de flores que a noite desabrochava.

Mais que uma madrugada,

Vivemos momentos almejados,

sem pecados,

Em meio às magias e fantasias. 

Eliana Hoenhe Pereira

Contatos com o a autora

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Lenda da mitologia grega inspira romance em Gramado

Suspense psicológico da escritora paranaense Marisol F. expõe as faces da fragilidade humana e o desejo intrínseco de alcançar a felicidade

Assim como Ícaro, lenda da mitologia grega que teve as asas de cera derretidas pelo sol, os personagens do livro da escritora Marisol F. esquecem das próprias fragilidades ao desejar a felicidade. Ícaro é ambientada em Gramado, na serra gaúcha, e protagonizada por Deborah, uma bela jovem realizada profissionalmente, casada com Afonso, um bioquímico de sucesso, e mãe de um menino de quatro anos.

Tudo parece perfeito na vida da protagonista, mas, de um momento para outro, pesadelos e comportamentos estranhos a arrastam para uma teia de desespero e confusão mental. Mergulhada em dor e vendo o próprio mundo ruir, Deborah começa a dar pistas sobre um passado que ela pouco conhecia. Com a ajuda da hipnoterapia, detalhes sobre a morte de Danilo, ex-namorado da personagem e amigo de Afonso, começam a vir à tona.

O sequestro do filho de Deborah acelera o ritmo da leitura e provoca uma pulga atrás da orelha do leitor sobre os outros personagens envolvidos: todos parecem suspeitos. Inclusive a protagonista é questionada sobre a capacidade de cuidar do menino: teria ela sido negligente durante o passeio?

A polícia insistia mais com as perguntas, queriam que Deborah repetisse inúmeras vezes os passos dela e do filho, naquela manhã fatídica. Ela respondia sempre a mesma coisa, mas não parecia satisfazê-los. Então, as pessoas passaram a olhar para ela de forma diferente. Estaria ela dizendo toda a verdade? Os convidados da festa de aniversário desastrosa passaram a falar e duvidar. Afonso reagiu indignado a essas acusações, defendendo a mãe de seu filho, mas os comentários não cessaram.
(Ícaro, p.40)

Ícaro conduz o leitor aos esconderijos sombrios da mente humana até desembocar em um final igualmente nebuloso. Além da obra, Marisol também é autora de Dança Comigo? e O CANTO DO CISNE, inspirado na lenda do cisne branco. 

FICHA TÉCNICA: Título: Ícaro
Autora: Marisol F.
Número de páginas: 84
ISBN: 978-85-473-0932-9
Formato: 15 x 21 cm
Preço: R$ 38,00
Link de venda: Amazon

Sobre a autora:

Marisol F. é de Curitiba e estudou Ciências Biológicas na PUC-PR.Começou a carreira artística na Dança e deu início a carreira literária com o lançamento de Ícaro, um suspense psicológico. Também é autora de Dança Comigo? e O Canto do Cisne, obras em que explora o universo da perícia criminal. Em 2020 foi premiada na categoria romance, com o texto Encontro das Águas, pela Secretaria de Cultura do Paraná, e na categoria crônica, pela Fundação Cultural de Curitiba. A autora é patrocinada pela Sanepar, companhia de abastecimento de água do estado do Paraná.

Instagram: @marisol_ctba | Site: www.marif.com.br