Seria una inmoralidad de mi parte si me negara a relatar los extraordinarios acontecimientos que he tenido la fortuna de contemplar durante todo este tiempo.Todos saben que mi humilde condición de foco no me permite más que el silencioso lenguaje de la luz pero aún así debo confesar que algunos amigos me han ayudado a expresar mis visiones a través de la palabra.
Cierto día precisamente el de mi nacimiento, sentí que me cegaba una luz más potente que la del sol una gran turbación se apoderó de mí por que pensé que era el mismísimo Satán que me arrojaba a su precipicio de fuego, pero fue grande mi sorpresa al descubrir que una mano semejante a la de un mono me enroscaba ferozmente en una especie de tubo cubierto por una sombrilla celeste “Oh Dios ¿Dónde me encuentro?” exclamé. Inmediatamente comprendí que esa encandiladora luz provenía de mí mismo.
Miré con recelo la habitación: era ciertamente el cuarto de un niño, sobre la cómoda de pino habían colocado numerosos adornos infantiles: un pequeño Chihuahua de yeso, el casco de una antigua locomotora y una espada de juguete; pero lo que llamó particularmente mi atención fue una cajita de música que estaba ubicada en el lado superior derecho de la cómoda. No era justamente un objeto infantil, sino que por el contrario tenía un aire arcaico semejante al de una preciada pieza de museo.
Al mirar hacia la cama del niño descubrí la engolada imagen de un ángel, su rostro de porcelana fina destellaba una expresión amanerada, abullonadas mangas de seda y alas doradas que le daban un cierto aire carnavalesco.
El ángel convencido de su estatus divino aseveró “El señor te ha mandado”.Indignado respondí:
-¿Qué sabes tú de mi origen?-
-Ciertamente el señor te ha mandado- repitió el ángel, puesto que hace tanto tiempo que estamos en la más profunda de las tinieblas.
-Una semana exactamente- chilló una vocecita…y para ser precisa prosiguió, -exactamente una semana, nueve horas, 3 minutos y 18 segundos-. Una calculadora abría su bocota mientras sus teclas se movían con una rapidez indescriptible.
El ángel prosiguió-Sólo la luz es hija de los grandes acontecimientos, y por cierto si la vista no me engaña eres una perfecta fuente de luz, y leído ya está en los antiguos libros que día llegará en que solo del señor brote la luz divina-.
No había mucho que decir, aquel ángel era un perfecto mojigato, obviamente nunca había estudiado nada de ciencia, y peregrinas fantasmagorías medievales nublaban su pobre inteligencia.
– No he venido por mi voluntad- dije, me han enroscado a este tubo sin pedirme permiso y si se me he puesto a alumbrar no ha sido más que una fortuita consecuencia de decisiones ajenas-.
En ese momento una dulce melodía interrumpió nuestra disertación, yo ya estaba poniéndome molesto con tanta cháchara, cuando aquella música se interpuso entre nosotros, era un delicado sonido que deslumbró la habitación con el Nocturno de Chopín. La vieja caja de música… Todos se quedaron en silencio, el ángel juntó sus manos poniendo los ojos en blanco, la espada de juguete emitió un leve destello, el perrito de yeso cerró los ojos y la calculadora detuvo su incesante tecleo. Hasta la última nota un respetuoso silencio detuvo el tiempo en aquella habitación. A poco de terminar, una voz cascada dijo entre suspiros:
-Años he estado escuchando estas inútiles contiendas, y mi ancianidad, me ha dado el privilegio de diferenciar lo inútil de lo práctico y por cierto que no hay nada más inútil que una discusión sin provecho. Nadie se atrevió a replicar, la antigua caja de música era una reliquia familiar y tenía autoridad suficiente como para hacer callar a todos aquellos que osaran contradecir sus palabras. Me invadió un extraño sentimiento de respeto y no opuse resistencia a sus palabras.
-Y tú- dijo dirigiéndose a mi-No tienes idea alguna de la inmensa tristeza que nos invade en vísperas de esta nueva Navidad-
¡Caramba! yo tan poco avezado en las practicas de las ceremonias humanas, ni siquiera comprendía a qué podría referirse con “Navidad”.
Tal vez en pocos días todos terminemos en el viejo tacho de los desperdicios, ya que nuestro pequeño amo no estará más aquí para cuidarnos.
-Nuestro pequeño amo?
– Oh sí -prosiguió la cajita de música ya no puedo tocar mis bellos valses, sólo salen de mi corazón las más tristes melodías. Nuestro niño ya no vivirá con nosotros-.
Y calló al instante pues unos pasos se oyeron en el pasillo y pronto la puerta de la habitación se abrió.
Entonces vi. entrar a un niño pequeño de la mano de su madre; no tendría mas de siete años, su cabello castaño, y sus ojos, ah, sus ojos, me llamaron la atención, fijos extrañamente fijos, no sé posaron en, mí, por el contrario, su mano delicada iba tocando los bordes de los muebles, acariciando las cosas como si a través de ellas pudiera comprender el mundo que lo rodeaba.
– Está ciego- Me susurro el ángel -un mal de nacimiento jamás ha visto un color. Para él ,rojo , azul , dorado, el verde de los árboles son simples palabras que repite sin comprender.
-Entonces no puedo serle útil en ningún sentido -dije y sentí un raro vuelco en mi corazón.
-Existen los milagros – volvió a susurrar el ángel -en San Lucas… dice que…
_ ¡Chist!-le interrumpió la cajita de música – no niego que los milagros existan pero no debes hablar con tanta seguridad de aquello que desde el principio de los tiempos se nos presenta como un misterio-.
_Yo no creo que haya demasiado misterio- agregué no sin pesar -es una cuestión claramente científica, tengo ciertos circuitos que… bueno… cuando estos dejen de funcionar yo también dejaré de existir –
El ángel me miró con desdén
-El pensamiento positivista ha llevado a la ruina el corazón del hombre-.
-¡Chist!- Interrumpió la cajita; El niño acababa de acostarse aferrado a su peluche, un osito celeste al que abrazaba, la madre se había retirado y todos observamos consternados como caían lágrimas de sus ojitos sin vida.
-Lo van a internar en una escuela para niños ciegos- aclaró la cajita de música.
-. Eso es una Injusticia- se indignó la espada de juguete -tendrán que vérsela conmigo si lo hacen-.
-Es un sacrilegio acotó el ángel; La calculadora se puso a teclear nerviosamente los días exactos que restaban para dicho acontecimiento. El perrito de yeso frunció el hocico en señal de desaprobación.
Otra vez se sintieron pasos en el pasillo,la puerta volvió a abrirse, la madre entró, suavemente besó al niño en la frente, lo arropó y me apagó.
En el silencio de la casa sólo se oían los leves quejidos del niño. Sentí una honda tristeza: cuan inútil era mi luz para aquel pequeño “¿cual era entonces el sentido de alumbrar en vano?”me dije y mi vida me pareció por completo absurda y miserable. El ángel seguía observándome con desdén pero ya no me irritaba por el contrario, talvez de algún modo lo tendría merecido.
Así fueron pasando los días en vísperas de Navidad, el ángel me relató puntillosamente el motivo de cada una de estas fiestas, supe que se festejaba el nacimiento de un niño, un pequeño que había nacido para dar luz y esperanzas a los hombres: insultante me pareció aquel relato cada vez que observaba al pequeño aferrase a su osito de peluche derramando lágrimas en sus ojitos muertos, la cajita comenzó anotar mi pesadumbre y me consoló diciendo: “Los ciegos llevan la luz en sus manos”.
“Pobres palabras sin sentido” me dije, “estos sólo piensan en el futuro que les espera cuando el cuarto quede desalojado ,nadie siente con sinceridad la tristeza de un niño que nunca ha podido contemplar la sinfonía infinita de la luz, el cristal que desmiembra los colores. “Tal vez es necesario haber nacido luz para sentir el exacto peso de las sombras me dije”.Y ya no pude pensar en otra cosa.
Tal vez sea por la carga de mis pensamientos o por algún misterio que esconde, después de todo, la existencia de las cosas, que poco a poco empecé a debilitarme.
Una mañana me desperté sobresaltado, se habían olvidado de apagarme y sentí que dentro de mi cuerpo, ese pequeño filamento que es el corazón de las lámparas, comenzaba a parpadear.
Me dije que era el desgaste de una noche de descuido.
Lo cierto es que algo comenzó a cambiar de extraordinaria manera. ¿Lo notarían el ángel, la espada, el perrito, la caja de música y la obcecada calculadora? consideré que no.
El caso es que, aquella noche, al llegar a su habitación, el niño abrazó a su peluche sin llorar, después vi que por primera vez sus ojos se fijaban en mí, quedé inmóvil y debo admitir que me emocioné, traté de darme fuerza para brillar aun más, entonces el niño sonrió y sus ojos parpadearon por primera vez.
Estaba frente a las puertas de un misterio… quién podría asegurarlo.
Sea como fuese, la cuestión es que a la tarde siguiente decidí repetir la misma ceremonia, mi pequeño fusible me quemaba el cuerpo de vidrio pero eso no me importó, vi al niño parpadear otra vez y después sonreír, luego lo observé levantarse casi sin rozar los muebles y sentarse junto a su escritorio acariciando su espada de juguete.
Antes de dormir el pequeño y su osito hablaron en secreto, nadie supo nunca que se dijeron.
Y tal vez nunca pueda saberse.
El caso es que la tercera tarde, me sentí sumamente débil; consideré que estaba enfermo pero el niño alzó una mirada suplicante hacia mí y no pude menos que tensar mi fuerza hasta brillar de un modo que jamás hubiera imaginado conseguir. El pequeño parpadeó alegremente, se levantó de un salto y salió de la habitación, entonces sentí una gran debilidad, un cansancio mortal se apoderó de mi ser y el último parpadeo fue el llamado de las sombras, me extinguí como una pequeña vela en fin de su mecha.
EPÏLOGO
Han pasado tres días desde entonces: hoy es Navidad.
Junto al árbol poblado de borlas y guirnaldas, el niño coloca las luces cuidadosamente.
Sus padres se aproximan y lo abrazan repitiendo incansablemente que aquel es un verdadero regalo de Dios.
Al ángel lo han puesto junto al pesebre, inflamado de orgullo, éste recita el evangelio según San Lucas. La cajita de música está sobre la mesa de los regalos y entona un alegre vals de Strauss. El niño ha traído sus juguetes preferidos, la espada late orgullosa en su mano. El perrito de yeso abre los ojos oferente con su mejor cara de adorno. La calculadora anota la fecha del gran acontecimiento. “El pequeño ha recuperado la vista exactamente dos horas antes de la mañana de Navidad”:
Un milagro perfecto al tono del más esperanzado cuento de hadas.
Sólo resta agregar un pequeño detalle:
En el tacho de los desperdicios, mas allá de los fulgores y las repetidas plegarias, sólo hay un habitante: el foquito,
Cuando llegó el otoño a la ciudad, los duendes del Bosque Dorado decidieron partir hacia sus tierras “ Ya nada tenemos que hacer aquí, los niños nos olvidaron, nadie podría devolverles la magia porque una niebla gris los adormece.
– Vuelve con nosotros. – le dijeron a Haricob, el duende más obcecado, un idealista, como solían decir los doctos del realismo, un idealista sin más remedio. Y era cierto, tan cierto que ninguno de los duendes ni el más sabio logró convencerlo de su despropósito.
Y así Haricob se quedó en la ciudad muy a pesar de la opinión de sus hermanos.
El duende permaneció cobijado dentro del árbol, en tanto los otros emigraron hacia el bosque de los árboles dorados.
Y así Haricob pasó el otoño mirando la lluvia crepitante de las hojas, intentando hacerse ver entre las plazas, INÚTIL, nadie lo notó ni cuando hacía bufonadas en el arenero, o realizaba pases de magia sacando unicornios diminutos de su sombrero de duende.
De modo que, a fuerza de ser ignorado, terminó por enfermarse. y comenzó a ponerse transparente. Este es un síntoma particularmente grave entre estas criaturas, pues es sabido que cuando un duende comienza a ponerse transparente corre el serio riesgo de desaparecer, :un hecho muy difundido entre las sensibles almas de las olvidadas fábulas..
Así, con gran tristeza , en su camita de hojas, Haricob vio llegar el invierno. Nadie quedaba ya en el viejo parque,y el duende fue sólo un contorno, una niebla temblorosa cubierta de hojas de otoño en su casita -raíz.
Una noche particularmente cruel ,el viento se arremolinó entre las ramas desnudas, llevaba en su gabán de aire las pocas hojas que quedaban y las más frágiles ramas caían exhaustas ante su aliento implacable. Haricob confuso por la fiebre recordó en un destello a sus hermanos duendes danzando en el bosque de los arboles dorados y se dijo: “Sin duda es el fin”.
Luego cerró los ojos para dejar que la muerte lo acunara en un último vaivén antes de conducirlo hacia el jardín de los abismos.
Pero sucedió que repentinamente las ventanas aletearon con furia y una luz intensa entró por ellas inundado toda la casita-raíz. Era nada menos que el ángel de las siete alas que visita a los duendes moribundos,también llamado el Emisario del Arco-iris
Y el ángel rozó con sus alas a Haricob, tocó tres veces el cascabel de la lluvia, y puso sobre la niebla frágil de su cuerpo la luz de un pequeño amanecer llovido, que parecía un corazón latiendo.
Haricob abrió los ojos y su cuerpo poco a poco fue recobrando su lozanía.
El ángel colocó sobre su mano una pluma y le dijo.:
– Esto es lo que te encomiendo:quédate en la raíz hasta que salga la primera luna de primavera, entonces cuando la veas erguirse en el cielo teñida del color de las amapolas,, saldrás de la choza.
Y el ángel miró con tristeza el parque a través de la ventanita.
– Porque he de decirte que habrá un gran incendio en la ciudad y sólo se salvarán los buenos, los justos, los puros de corazón y de eso sabrás porque aquel a quien toques con tu pluma será salvo. el resto no sobrevivirá.
Y así dicho, el ángel vuelto luz, destello,relámpago de antiguos arco-iris, desapareció por la ventana.
Pasaron los días de invierno entre vientos y pálidos recuerdos.
Finalmente una noche, la brisa se dejó sentir tibia y el duende pudo ver, como un disco bermejo en el cielo, la luna anunciada, “Esta es la noche” – se dijo. Y salió sin olvidar la pluma que le legara el ángel.
Más allá del parque comenzaba a divisarse el contorno de las primeras llamas.
Y Haricob vio en el arenero a un muñeco abandonado , casi irreconocible por el lamentable estado en que lo dejaran, su pluma lo rozó, y las palabras salieron de su boca como dictadas por una antigua voz ya olvidada:
– Levántate pequeño muñeco, porque habrá un gran incendio en la ciudad y sólo se salvarán los buenos, los justos, los puros de corazón.
El muñequito se incorporó y caminó con paso tambaleante colocándose detrás del duende.
Haricob vio entonces a una paloma que abría su pico agonizante y repitió las mismas palabras..
– Levántate palomita porque habrá un gran incendio en la ciudad y sólo se salvarán los buenos, los justos, los puros de corazón.
Y la paloma comenzó a mover sus alas y se unió a Haricob.
Y así la pluma del ángel fue rozando uno por uno a los inocentes de la tierra hasta que se formó una gran caravana, incluso los árboles salieron de sus prisiones de piedra para seguir al pequeño duende.
También aquellos que dormían dolientes entre las bolsas de residuos, los que nada ya tenían que perder hicieron una gran hilera que se abrió rumbo al bosque de los árboles dorados.
La ciudad entera ardió en llamas cuando Haricob cruzó el camino allí donde lo esperaban sus hermanos los duendes.
Marta Oliveri: Cuento ‘El crepusculo de las hadas’
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I
UN ENCUENTO FORTUITO
La primera vez que vi a aquella viejecita fue una tarde en el parque dónde acostumbraban a llevarme después de la escuela.
Recuerdo que llegó despacio con el crujir de las hojas apoyada en un bastón y que me miró con insistencia:
-El otoño es muy frío- dijo como si hubiera enunciado un aforismo, una verdad de aquellas que solo caben en las páginas de los llamados libros célebres. Asentí un poco molesta.Yo iba a los juegos y aquella dama gris se había Interpuesto sin más explicación.
– y aún más qué el invierno— agregó, acomodándose su viejo chal deflecado – el otoño es más frío porque el alma recuerda el verano, entonces sentimos el gran paso del verde a la tierra despojada-.
Posé mis ojos en ella, noté algo dulce, casi irreal en su tono, cómo quién entona una saga, algún antiguo relato medieval. Tal cómo en los cuentos que acostumbra a leer.
– ¿Estás apurada? -Me preguntó la anciana
– Iba a los juegos- respondí. Y sentí un poco de vergüenza por decir esto. Era en realidad demasiado banal, mi respuesta.
La viejecita se acomodó el chal y me invitó a sentarme junto a ella
– No puedo estarme mucho tiempo parada, pero si tienes paciencia podría contarte una historia que tal vez te interese-.
Asentí, nada me gustaba más a mí que escuchar historias, me sumergía en ellas pequeña y sedienta peregrina en busca del agua de la vida.
– El otoño es una estación muy cruel- siguió la anciana- porque es la agonía de las hojas. Es verdad algunos dicen “todo forma parte del ciclo de lo eterno”, pero el caso es que estamos aquí sentadas ya mí este viento me cala los huesos, realmente creo que a las hojas nunca les ha gustado abandonar el árbol-
– Es verdad- reconocí , viendo como un remolino de viento las despegaba del árbol cercano a los juegos. Y creí escuchar suaves quejidos como los que emiten los que ya no tienen fuerzas para expresar la gran tragedia de la muerte.
La anciana sacudió un viejo bolso y sacó de él una especie de rama. que tenía una herrumbrada lata en la punta, la miré con asombro.
– ¿La puedes recordar? -Preguntó
-No- le dije. Solo veo un palo y algo …-
-Es mi estrella- sonrió la anciana.-Una estrellita de lata muy oxidada, por cierto, y el palo que ves y que parece una rama, es mi varita- La anciana pasó su mano con dulzura recorriendo el contorno del grotesco instrumento, no reparó en mi incredulidad y siguió hablando –
-Ah, si, que tiempos aquellos – suspiró -Recuerdo, fue una noche de primavera, cayó del cielo, era la última varita que quedaba, la tomé entre mis manos y la puse junto a mi corazón. Desde entonces somos inseparables. Me fue dada en la Asamblea de las Hadas que se festeja la primera noche de primavera al salir la luna-.Sí- Agregó – aunque no lo creas es la misma hora en que las brujas inician su danza.
El buen Dios, qué no es, claro el que te han enseñado en la escuela, prepara el cielo como una kermés y nos da bendiciones de felicidad.
Es la gran noche de las hadas, y las brujas por igual, recibimos los honores de la facultad del hechizo, y nuestros unicornios danzan junto a sus lechuzas bajo un cielo que parece un crepúsculo centelleante y multicolor-. La viejecita se detuvo le habiía dado un acceso de tos. ¿Tendria fiebre? me pregunté por qué se la notaba muy pálida.Poco tiempo despues escuché algo así como un pequeño estornudo que no pude imaginar de dónde vendría, Solo estábamos ella y yo en aquel verde banco de la plaza.
– No te burles- se adelantó- la anciana- Es mi estrella, está un poco acatarrada, le ha dado un resfrío crónico en estos últimos tiempos, el óxido no la deja respirar bien por las puntas-
– Pobrecita- me apiadé -.Pero ¿cómo se cura a una estrella?
– Ah, mi pequeña, hace tanto que nadie se ocupa de preguntarme esas cosas-. Y vi cómo dos lágrimas asomaban por sus ojitos hundidos.
– Pero hubo un tiempo que las hadas fuimos felices, creamos el mundo que después los poetas, por precaución, nos aconsejaron esconder en leyendas y mitos. Mas digan lo que digan los que todo conocen y a todas partes llegan, nuestro mundo es verdadero. Detrás de los juegos a los que vas a ir, hay un bosquecillo que no ves y dentro de ese bosquecillo las ruinas del palacio de las leyendas.
Allí vivo yo junto a una vieja amiga bruja, y a un gnomo algo gruñón pero muy servicial.,los unicornios están petrificados, pero nadie los ve, al igual que a las lechuzas. Sin embargo aún estamos allí- suspiró – esperando. querida hijita, “El fin locura humana”.
Soplaba el viento arremolinándose sobre nosotras
_Perdona no podré resistir este vendaval, es mejor que regrese a mi hogar, Tú vé a los juegos, niña, y crece. Pero no olvides nunca esta modesta conversación que hemos tenido.
Se apoyó sobre su bastón e incorporándose con mucha dificultad emprendió su regreso. Largo rato la contemplé. Admito que no la ví hacer nada extraordinario, no abrió las alas, ni se hizo invisible, ni fue polvo de oro en el aire. Solo caminó con paso inseguro hasta perderse de mi vista.
Años después volvi a aquel sitio. Pocas cosas quedaban ya, no estaba el banco verde donde habíamos conversado. Los árboles excesivamente prolijos parecían una sinfonía geométrica, los juegos de la plaza eran otros.
Pero más allá, donde el árbol se une al cielo por sus hojas, pude ver en el atardecer, la sombra dorada de una puerta.
Entonces una paloma se posó sobre mi hombro y creí escuchar que me susurraba con una vocecita familiar.
– No creas en lo que ves yo fui su pequeño unicornio y aún llevo en mi cuerno el secreto de las hadas. Y así quedará escrito. “Otra vez el mundo despertará en primavera y una estrellita de lata volverá a caer sobre las manos inmortales”. Entonces tendrás que dar testimonio.
El tiempo ha pasado, ahora soy una escritora con gesto circunspecto, de esas a las que en las calles dicen: respetablemente: Señora. Sin embargo, he de admitir que en todos estos años, solo he visto una gran telaraña de pasiones engullendo el porvenir de mi especie.
Tal vez sea por eso, que ciertas noches, me acurruco en mi cama y ruego a la musa que ya no me recuerde estas palabras.
II
LA ASAMBLEA DE LAS HADAS
Refexion preliminar
Hace tiempo qué las contingencias de la vida han hecho del sagrado oficio de escritor una lógica confusa. El alma transmutada en producto, por milagro del orden mundial ha degenerado en hermanos mutantes: esos libros como los mamotretos que se exhiben a expensas de sus contenidos en beneplácito romance con la industria de los mercaderes de ilusiones.
En este punto, mi deber de escritora, a la que desde niña le ha atacado el síndrome de la intransigencia, es poner las cosas en su sitio. Es cierto que ya he bastante escrito, pero mientras el horizonte se fuge, y cielo nos abra el giño de las estrellas, no es posible abandonar la pasión de nuestras criaturas interiores, aún a riesgo de ser reiterativos.
Yo hábito una tierra triste y bíblica llena de supuesta “grandeza” una nauseabunda grandeza que impulsó a nuestra especie hacia la depredación de todas las cosas, como monstruo que se engulle a sus criaturas para retenerlas sin importarle su destino, así es la historia de los llamados hombres.
Sé que hoy en día no es fácil escribir cuentos y que tal como decia decía nuetro querido poeta: “Con cuentos nos han templado y yo quiero vivir en un sueño”. La diferencia está en que, no se trata de creer en lo que nos relatan sino en enamorarnos de su poética.
Ciertamente la Asamblea de las Hadas es tan cuestionable y de tan dudoso origen como el mismísimo Santo sudario, su geografía, aunque discutiblemente real es, sin embargo, de una belleza verdadera. No he estudiado el mapa de los sueños mitológicos de la humanidad, pero si he contemplado mi corazón y allí están los mitos que siempre acompañarán a la dicha para mostrarles que más allá de los de los infortunios de la humanidad, el pájaro de Pandora, siempre estará junto a nosotros.
Con la esperanza o más bien con la fe es que escribo. Y es que la anciana dejó en mí un gran sueño que tal vez no sea tan fácil olvidar.
Entre Bosques y Colinas
-La noche en que recibí mi don- dijo la anciana- vi bajar hacia mí la estrellita de lata arrojada del cielo como Dios hiciera con Satán. Descubrí entonce, muchas cosas que nunca hubiera imaginado, la voz de la más antigua de las hechiceras, fue la encargada de relatarnos este extraño Génesis.
Yo había nacido como la libélula en mi canasto tibio.
Creía que la vida era una gran cuna, pero las hadas también debemos nacer, pequeñitas y asustadas, de our canasto nos expulsan when is the hour of open the eyes for ver la luz. Y mis hermanas y yo fuimos arrojadas como bellotas a la Tierra. Los ojos fijos en el cielo y el asombro de la inmensidad. Poco a poco la Gran Hechicera o MUSA fue ocupándose de nosotras. Era nuestra matrona, nos colocó en una canasta de Juncos brillantes, y nos dio de beber el elixir de las hadas. qué es una especie de miel agridulce, pero muy nutritiva. Más tarde nos esparció por la Tierra como semillas diciéndonos: “Fructificar”. Y al poco tiempo, de nuestros cuerpecitos de bellotas, dos alitas transparentes comenzaron a parpadear en nuestras espaldas.
Era aquella una época en que las criaturas de la metáfora vivían en armonía.
Recuerdo, el primer día de la Asamblea Anual de las Hadas, un carro de gitanos se había detenido sobre la colina y todos bailaron la danza del fuego convocando al pájaro del sol que despliega sus alas al amanecer y se duerme entre los mantos rojizos al rumor del crepúsculo.
la fogata alrededor de la de la cual danzaban despedía llamaradas hacia el cielo: parecía una mano estirándose para alcanzar las estrellas, ¿nostalgia del fuego buscando su origen en sus hermanas distantes ?. Más tarde fue tomando forma de pájaro. Y según la danza aumentara en su frensí, las alas, de fuego se agrandaron, batiéndose, elevando a la criatura fantasmal hasta que finalmente se desprendió de la fogata. Y fue un alba de fuego aquel pájaro que se elevaba buscando a la madre estrella. La danza cesó, todos miraban en silencio al pájaro de fuego ”. Esta es la danza de la pasión ”nos dijo la Hecicera“ cuando la pasión es liberada el espíritu descansa de sus tribulaciones ”. Y supimos que el buen Dios le era grato aquel ritual. El mensajero de los pies alados le abría las puertas de los cielos.
La gran Hechicera inició la ceromonia y comenzó a reunirnos en sendas, hileras: hadas y brujas, muy cerca unas de las otras, sin antagonismo alguno, fuimos una a una recibiendo el legado. Y a cada cual, según su linaje se le otorgó una lechuza o un unicornio. Luego nuestra hechicera o musa de almendrados ojos que cambiaban segun los colores del Arcoiris a cada parpadeo, desató su alforja y una niebla de estrellas fugaces se desplegó en el aire junto a pequeños ángeles y criaturas levemente maléficas. Esto para quedar al tono de nuestra duplicidad, sin sesgar aun así la armonía que de aquel paisaje de sueños. Todo emergía como un nuevo naciente de la inocencia, entre el bien y el mal, una criatura ambigua de noble belleza: oscura y brillante al mismo tiempo. Las colinas parecían flotar entre el cielo y el abismo. Y así, nosotras, nos regoicijábamos presas de la ilusión. de las ofrendas que habrían de depararnos aquella noche
Asi fue que se acercó la primera, una pequeña bruja inclinándose ante la alta Hechicera qué a su vez hizo le hizo una leve reverencia y le dijo: – Te daré el don de entregar las pesadillas más feroces, pero también podrás dorar el despertar con bellas lágrimas que calmarán el quebranto.
La bruja recibió el legado y colocó la lechuza, que le fue entregada, sobre su hombro.
Luego le tocó el turno a un hadita que había tenido la fortuna de ser primera en la fila y la Hechicera dijo:
-Te daré la facultad de entregar belleza y tersura a los rostros de los que nacen, pero también llevarás el espejo de los años, dónde cada uno verá el efímero rastro de aquella hermosura que se prefigura como eterna-.
Y le puso entre sus manos un unicornio recién nacido.
Así, una por una, hadas y brujas fueron pasando ante la gran Musa -Hechicera, en tanto yo quedaba muy por detrás Y aun cuando llegó mi turno. La Musa pareció no reparar en mí, lo que me llenó el corazón de una profunda congoja.
Pero cómo si entendiera mi estado, apenas se hubieron marchado todas se me acercó y dulcemente me dijo estas palabras tomando mi mano entre las suyas –
No temas, sigue por las colinas. No te he dado el don, porque el que se te ha conferido, te será entregado de un modo diferente, Tal vez, porque es propio de su naturaleza que así suceda. Sigue tu curso y no temas. -concluyó. Retirandose luego
Y así, por cierto, poco animada, empecé a caminar rumbo sabe a qué destino. Iba cabisbaja, algo distraída digamos, cuando de pronto alguien se interpuso en mi camino y me hizo caer de manera poco decorosa para un hada. Entonces a mi lado pude ver a una estrellita de lata atada a una rama verde, ¿Qué clase de Don es este? Pregunté indignada. La estrellita de lata me sonríó del modo en que suelen sonreír las estrellas, es decir echando tres destellos de luz acompañando el casi inaudible crepitar del fuego,
-¡Así que te ríes! ¿Qué quieres decirme con eso ?.
Noté que algo revoloteaba molestamente a mi alrededor. Alcé la vista: y vi a una pequeñísima hada hecha de carbón.
– y tú ¿qué me dices? – Repetí molesta-¿qué clase de don es este?
-El de la compasión- contestó con seridad el hada.
-No hay nada más importante en este mundo qué devolverle la dignidad a los que ya no imaginan tenerla. Tú cantarás desde la cuna a los pequeños seres. Les infundirás dignidad y compasión. Tendrás tiempo para ver como todo pasa.
Y algún día serás la única narradora de nuestras leyendas. Eso es todo. Adiós-. Dijo y desaparecio revoloteando hacia el cielo, dejando una pequeña estela de carbón, qué se onduló hasta desaparecer en un punto ínfimo
Entonces soñé era una viejecita, con un bastón descolorido y que una niña con los ojos del color del infinito se sentaba junto a mí para escuchar mis historias.
Marta Oliveri: Cuento ‘La niña que coleccionó plumas’
Marta OliveriImagem criada por IA da Meta – 17 de setembro de 2025, às 19:58 PM
Los que saben, dicen que mi naturaleza es simple contingencia:
Nazco como la hoja en primavera, me atormento de esperanzas durante la estación de las flores y los frutos, el otoño con su inmensa risotada amarillenta me declara prescindible de la vida del árbol…
Y aunque he vivido más que una hoja, ciertamente, esto no me impidió comprender que el destino es igual de cruento para todas las criaturas volátiles; debo admitir mi estirpe de pluma insignificante reunida como caricia a mi dueña al humilde soplo de sus alas.
Gracias a los relatos de mis antepasados tuve la fortuna de adquirir cierta cultura en lo que respecta al mundo de las criaturas aladas.
Supe de Céfiro, el antiguo Dios viento de los griegos, esos hombres que amaban el placer y vestían a sus dioses con galas extraordinarias.
Cierta vez mi tártara abuela que casualmente había rodado por los parajes de la lejana Grecia, me relató la historia de un hombre con alas brillantes en los pies que llevaba mensajes entre dioses y hombres, su nombre era Mercurio o el imprudente Icaro que imaginó ser águila cuando sólo unas alas de cera habían vestido su cuerpo, el sol pudo más que su soberbia.
Notable es la vida de una pluma, he conocido hermanas de las más distintas especies, recuerdo la profunda admiración que sentí al observar detrás del cristal de un museo de reliquias la pluma de los grandes espíritus de las letras. Y aquí quiero hacer un pequeño apartado, admito mi debilidad por lo humano. Los hombres sueñan con volar, como yo sueño con el bien morir en esta avanzada etapa de mi vejez, los hombres sufren, porque el deseo, queridos amigos míos , hace sufrir en la medida en que es irrealizable y nada hay mas preciado a la raza humana que el solemne aprecio por la infelicidad…Sólo para reivindicar su condición de dioses exiliados; que gran bulla alrededor del pacifico mundo donde corren los ríos, las águilas hacen su nidos en las cumbres y los topos su no menos respetable imperio debajo de la tierra. Sin embargo debo reconocer que tal vez sea por esta ambigua condición entre área y terrestre, mortal y mítica como nuestro gran paradigma el ave fénix, tenga yo un corazón cargado de sueños irrealizables, allí donde los pensamientos del humano derivan, nosotras las plumas tomamos destellos de sus anhelos y crecemos con el mal de la compasión humana, que ciertamente no es el mejor destino para el vuelo de un pájaro.
El caso es que desde los principios de los tiempos nos fue menester cargar con esta pasión inútil de nuestros hermanos bípedos, planos enmarañados, maquinarias grotescas confundiendo la serenidad del infinito con la velocidad (he aquí la verdadera equivocación del hombre).
Pero como habito un simple espacio de relato debo atender a mi realidad, que desafortunadamente conoció apenas los escombros de la Plaza del Congreso.
Todo empezó el día en que una extraña niña se detuvo frente a nuestra dueña.
En lo que respecta a mi posición puedo asegurar era más que lamentable puesto que mi dueña era una vieja paloma comedora de migajas y la vejez y la mala alimentación habían terminado con su salud
Mis hermanas cayeron junto con ella a la alcantarilla y yo en precario equilibrio traté de mantenerme al borde de la vereda. Así estaban las cosas entre el naufragio y el peligro de las pisadas distraídas, cuando dos ojos del color exacto del infinito posaron la mirada sobre mí, oí una voz que susurraba
_ Pobrecita.
Y sin agregar palabra la pequeña me levantó del cordón de la vereda alisó mi cuerpo entumecido y me puso en su bolsillo.
Que tibieza me amparó allí dentro alguna vez pensé emocionada yo fui abrigada por un hueco redondo y tibio donde un avecita crecía.
Largo rato me dejé arrullar por el vaivén de sus pasos.
No sabia que podía depararme el destino pero al menos no terminaría putrefacta en las alcantarillas como mis desdichadas hermanas. La vida me ha reservado otro propósito pensé y me quede profundamente dormida
Primer Sueño de la Pluma
Por si cabe alguna duda las plumas también sueñan como lo hacen los caminos, la arena que la roca abandonó en la playa y los remolinos de los mares. Todos sueñan menos aquellos cuya ciencia les impide comprenderlo.
Y la pluma soñó que en un extraño sitio una mujer desplegaba sus alas desnudas y ella entre millones de criaturas de su naturaleza llevaba el espíritu de su pluma muerta, ella gris y levemente rala entre la gloria de los pavos reales, la nieve de la gaviota, la espada profunda del águila y los infinitos abanicos del colibrí. Cuánto más reconocería plumas de cisne, de pato e incluso de gallina.
La noche brillaba roja bajo una luna de amapola. La mujercita alada murmuró palabras de despedida: un hondo quejido aquel que une al dolor y al placer en el descubrimiento de la armonía suprema estalló de su garganta de pájaro y se elevó hacia el horizonte. “aquel eterno fugitivo”
***
La despertó del sueño un suave apretujón, la niña la había tomado y con suavidad la depositó en un jarrón de vidrio, un humilde jarrón sin ornamentos junto a otras de su clase: plumas enfermas de palomas recogidas al azar en el trayecto hacia las plazas.
Se sintió agraviada:
“¿Qué podía tener que ver semejante espectáculo con el maravilloso sueño que acababa de vivir? ¿cual era el verdadero propósito de su existencia? se preguntó molesta ante su nueva situación.
Las otras la miraron burlonas
_ Lindo lugar al que has venido a parar.
Y una con bastante insolencia agregó riendo:
_más te habría convenido recorrer el excitante paisaje de las alcantarillas, al menos te habrías ahorrado este ridículo final-
“¡final! A que se refería? ¿acaso este sería su irremediable destino?”
La mas anciana, una pluma a la que solo le quedaba el cabo concluyó:
_ Lo mejor es que busques una buena forma de morir. La niña que nos trajo aquí es un pequeño monstruo ya lo verás tu misma.
La pluma tembló y trató de acurrucarse en algún sitio del resbaladizo jarrón pero no había forma de hacerlo y además el insomnio se apoderó de ella.
De modo que aquellos ojos del color del infinito y aquel sueño al vaivén de los pasos infantiles no eran más que un engaño. La niña la había hechizado con un sueño, y según sabía por su tatarabuela hubo hechiceras en la antigua Grecia que sumían a sus víctimas en bellos sueños para después transformarlos en criaturas deleznables.
Efectivamente pensó: ” la niña debía ser una pequeña hechicera y vaya a saber que extraño fin les tenia preparado”.
***
Muy temprano a la mañana la vieron llegar en puntas de pie, resultaba obvio que aquello era un macabro secreto que posiblemente escondería del resto de su familia pensó la pluma, eso claro en caso de que el resto de su familia no fuera de su misma estirpe cosa que no le pareció exagerado imaginar:
La pluma vieja alertó
– Atención que ahí viene, vaya saber que se trae entre manos esta mañana-:
– La pequeña se acercó al jarrón lo dio vuelta y dejo caer las plumas sobre la mesa.
– -Es nuestro fin sentenció por lo bajo la pluma anciana-
– nuestro fin- musitaron a coro las más jóvenes y un sepulcral silencio se hizo entre ellas.
La niña las tomó suavemente una por una y las colocó en fila
– 1-2-3— 18- …24… Su carita se puso sombría –
-Nunca podré juntar tantas y algunas ya se han echado a perder.-
La anciana se sintió aludida
“Me romperán en pequeños pedazos” iba a decir, pero no atinó a abrir la boca porque al instante la pequeña la tomó entre sus manos y acarició el tallo casi calvo
– fuiste la mas fiel, cuando pueda juntar suficientes tu serás la que nos guíe,-
Después tomó a todas delicadamente y las apretó contra su pecho –
Alguna vez serán suficientes tengan paciencia-
Y se retiró de comedor en puntitas de pie.
Aquello desconcertó a la nueva inquilina en verdad la niña no parecía ningún monstruo, La pluma anciana adivinó su vacilación y dijo:
– El mundo está lleno de artimañas mi querida. Acaso ustedes no saben que de las mejores “intenciones está hecho el camino al infierno”
_ No confíe en las apariencias, muchacha, los humanos no tienen piedad con los pájaros esto lo sabe el mismísimo señor que nos alumbra. Ya volverá y hará con nosotras toda clase de jugarretas, los humanos aman la tortura, mi querida, porque prolonga el sufrimiento de la criaturas frágiles como nosotras, matar ya no le alcanza a la humanidad, acaso puede discutirme eso?-
No claro que no – respondió la recién llegada admitiendo la contundencia de los argumentos de la anciana.
– Estas pobrecitas ya ni hablan esperan pasivamente la muerte, han perdido hasta la voluntad de la queja. –
Yo jamás me callaría se encrespó la pluma nueva.
Eso habla bien de Ud. Ojalá encuentre la forma de que alguna buena ráfaga la libere en un descuido cuando la mucama abra los ventanales, ella afortunadamente es indiferente a nuestra existencia.
La plumita respiró aliviada su hipótesis de la confabulación familiar había quedado disipada.
Exhausta se quedó dormida.
2º Sueño de la Pluma”
Lo primero que vio fue la habitación en penumbras de una niña, luego escuchó que una criatura que no parecía de este mundo estaba sentada en la cama hablando con la pequeña- imaginó que seria Alguna imagen fantasmal o la mismísima Circe impartiendo sus directivas para ayudarla a llevar a cabo el hechizo.
Pero fue grande su sorpresa cuando vio una a un gris ruiseñor gorjeando las tristes baladas del jardín de la muerte, en verdad al acercase mas la pluma vio que el pequeño ruiseñor apenas sobresalía de un enorme libro de cuentos que la pequeña acariciaba sin cesar –
– Tú le devolviste la vida al emperador ¿Por qué? – preguntaba la pequeña.
El ruiseñor gorjeo- Sólo fue para que comprendieras que la vida es más apreciable que la corona y que los sueños de un pájaro no caben en los palacios de la tierra.
La niña se echó a llorar.
– Soy muy infeliz pequeño ruiseñor-
– Porque vives en el palacio de la tierra y la tierra se hunde ante el peso de los soberanos-
-No- contestó la niña- Porque no creen en lo que digo. Bien sabes como se burlan de mi cuando junto plumas. Ellos dicen que sueño tonterías y no cumplo con los deberes.
– El único deber es tu felicidad-contestó el ruiseñor
– Me dicen que mi cabeza no está bien,con nadie puedo hablar de mi secreto.
Y la niña siguió murmurando y finalmente se quedó dormida sobre la estampa del ruiseñor.La pluma estaba conmovida: de modo que la pequeñita sólo las coleccionaba para poder volar.
Corrió en su sueño para contárselo a las demás, pero una fuerte ráfaga la despertó; las ventanas que daban del comedor al jardín estaban abiertas de par en par y el viento zumbó colándose entre las cortinas un viento de tormenta hizo temblar la araña y tambalear al jarrón que terminó cayendo contra el algarrobo pulido de la mesa y estallando en mil pedazos, las plumas revolotearon sin rumbo por el recinto, algunas por ventura salieron por la ventana, otras fueron, como la pluma anciana, simplemente barridas por la mujer que hacía la limpieza.
Pero ella que había escuchado el sueño de la niña voló donde el viento la llevara pregonando su anhelo.
El coro de los vientos aún transmite el mensaje:
– Cuando junte suficiente plumas volaré con las alas de los pájaros y tendré el itinerario de los vientos.
Epílogo
Una mujer sueña su sueño la contempla Céfiro y el dios de las alas de plata, las plumas de todos los pájaros que han muerto vuelan hacia ella y la cubren de un manto de plumaje multicolor.
Entonces la mujer levanta vuelo en la noche color de amapola, gime de dolor y de placer, por fin se detiene ante el canto de las esferas que le anuncian el retorno de lo eterno.
Marta OliveriImagem criada por IA do Bing – 15 de setembro de 2025, às 15:47 PM
Subversión absoluta y no lo he dicho yo lo dijo aquel poeta del verbo milenario ,
“Porque los últimos serán primeros y los primeros últimos”
y el cielo caerá en lluvia estelar sobre las ciénegas para dar consuelo al lodo elevándolo a la escala de las torres celestes,. lodazales y selvas de estéril certidumbre,
Todo habrá de subvertir por voluntad del verbo voluntad inaudita de otra cordura humana que hoy espera entre rejas y correas asépticas.
Una peregrinación de locos, de brumas del presente una infinita peregrinación de harapos e inocencia, de espejismos y sueños guiarán la nueva historia de lo no sucedido.
Allí donde está la corona del escarnio, pero también el cetro intangible del bálsamo
Y ya no habrá liturgias de jerarquías pródigas, no más amos del altar benevolente subversivos en orden perfecto de lo inverso clamor que hoy es silencio dolor en fin, costumbre del sufriente.
Y los poros de la tierra se abrirán a los ríos de los sueños del hombre porque humano es ser uno y en otredad el mismo un registro sensible que percibe la espiga, la libélula el tormento del mar la paz del éter.
Habrá para el hermano una cuna de estrellas donde hoy llora perplejo el niño despojado de su pequeño templo en súbito derrumbe.
Una cuna nupcial para la nueva alianza la razón abrazando el corazón del hombre..
Marta OliveriImagem criada por IA da Meta – 04 de setembro de 2025
Subversión 1 Cómo decir que el desierto llora que en un hombre dormido yace el infinito Admitir que el saber es un recién nacido, un brote apenas en la heredad del cosmos y abrir los párpados cansados de realidad en vértigo a un sueño sin abismos.
Subversión 2 Es menester darle a Dios otra oportunidad en la osadía humana de crearlo
Subversión 3 La locura es el refugio de las almas que han pecado de lucidez extrema
Subversión 4 La tierra que mereces aún no ha nacido. Pero el viento lleva huellas imprecisas y el sueño un mapa fragmentario.
Subversión 5 Muere la potestad de lo “real” cuando soplan los gigantes de Quijote y se duelen los molinos de sus aspas,
Subversión 6 Los parias son ángeles que han sido privados de sus alas.
Subversión 7 Los ángeles son los parias que aún no han recibido el don del exilio
Subversión 8 No hay obediencia posible en la verdadera santidad.
Subversión 9 No hay santidad posible en la sumisión del presente establecido
Subversión 10 De la memoria nace el futuro soñado en el ininterrumpido fluir de las almas libres.