Marta Oliveri: Cuento ‘El crepusculo de las hadas’


I
UN ENCUENTO FORTUITO
La primera vez que vi a aquella viejecita fue una tarde en el parque dónde acostumbraban a llevarme después de la escuela.
Recuerdo que llegó despacio con el crujir de las hojas apoyada en un bastón y que me miró con insistencia:
-El otoño es muy frío- dijo como si hubiera enunciado un aforismo, una verdad de aquellas que solo caben en las páginas de los llamados libros célebres. Asentí un poco molesta.Yo iba a los juegos y aquella dama gris se había Interpuesto sin más explicación.
– y aún más qué el invierno— agregó, acomodándose su viejo chal deflecado – el otoño es más frío porque el alma recuerda el verano, entonces sentimos el gran paso del verde a la tierra despojada-.
Posé mis ojos en ella, noté algo dulce, casi irreal en su tono, cómo quién entona una saga, algún antiguo relato medieval. Tal cómo en los cuentos que acostumbra a leer.
– ¿Estás apurada? -Me preguntó la anciana
– Iba a los juegos- respondí. Y sentí un poco de vergüenza por decir esto. Era en realidad demasiado banal, mi respuesta.
La viejecita se acomodó el chal y me invitó a sentarme junto a ella
– No puedo estarme mucho tiempo parada, pero si tienes paciencia podría contarte una historia que tal vez te interese-.
Asentí, nada me gustaba más a mí que escuchar historias, me sumergía en ellas pequeña y sedienta peregrina en busca del agua de la vida.
– El otoño es una estación muy cruel- siguió la anciana- porque es la agonía de las hojas. Es verdad algunos dicen “todo forma parte del ciclo de lo eterno”, pero el caso es que estamos aquí sentadas ya mí este viento me cala los huesos, realmente creo que a las hojas nunca les ha gustado abandonar el árbol-
– Es verdad- reconocí , viendo como un remolino de viento las despegaba del árbol cercano a los juegos. Y creí escuchar suaves quejidos como los que emiten los que ya no tienen fuerzas para expresar la gran tragedia de la muerte.
La anciana sacudió un viejo bolso y sacó de él una especie de rama. que tenía una herrumbrada lata en la punta, la miré con asombro.
– ¿La puedes recordar? -Preguntó
-No- le dije. Solo veo un palo y algo …-
-Es mi estrella- sonrió la anciana.-Una estrellita de lata muy oxidada, por cierto, y el palo que ves y que parece una rama, es mi varita- La anciana pasó su mano con dulzura recorriendo el contorno del grotesco instrumento, no reparó en mi incredulidad y siguió hablando –
-Ah, si, que tiempos aquellos – suspiró -Recuerdo, fue una noche de primavera, cayó del cielo, era la última varita que quedaba, la tomé entre mis manos y la puse junto a mi corazón. Desde entonces somos inseparables. Me fue dada en la Asamblea de las Hadas que se festeja la primera noche de primavera al salir la luna-.Sí- Agregó – aunque no lo creas es la misma hora en que las brujas inician su danza.
El buen Dios, qué no es, claro el que te han enseñado en la escuela, prepara el cielo como una kermés y nos da bendiciones de felicidad.
Es la gran noche de las hadas, y las brujas por igual, recibimos los honores de la facultad del hechizo, y nuestros unicornios danzan junto a sus lechuzas bajo un cielo que parece un crepúsculo centelleante y multicolor-. La viejecita se detuvo le habiía dado un acceso de tos. ¿Tendria fiebre? me pregunté por qué se la notaba muy pálida.Poco tiempo despues escuché algo así como un pequeño estornudo que no pude imaginar de dónde vendría, Solo estábamos ella y yo en aquel verde banco de la plaza.
– No te burles- se adelantó- la anciana- Es mi estrella, está un poco acatarrada, le ha dado un resfrío crónico en estos últimos tiempos, el óxido no la deja respirar bien por las puntas-
– Pobrecita- me apiadé -.Pero ¿cómo se cura a una estrella?
– Ah, mi pequeña, hace tanto que nadie se ocupa de preguntarme esas cosas-. Y vi cómo dos lágrimas asomaban por sus ojitos hundidos.
– Pero hubo un tiempo que las hadas fuimos felices, creamos el mundo que después los poetas, por precaución, nos aconsejaron esconder en leyendas y mitos. Mas digan lo que digan los que todo conocen y a todas partes llegan, nuestro mundo es verdadero. Detrás de los juegos a los que vas a ir, hay un bosquecillo que no ves y dentro de ese bosquecillo las ruinas del palacio de las leyendas.
Allí vivo yo junto a una vieja amiga bruja, y a un gnomo algo gruñón pero muy servicial.,los unicornios están petrificados, pero nadie los ve, al igual que a las lechuzas. Sin embargo aún estamos allí- suspiró – esperando. querida hijita, “El fin locura humana”.
Soplaba el viento arremolinándose sobre nosotras
_Perdona no podré resistir este vendaval, es mejor que regrese a mi hogar, Tú vé a los juegos, niña, y crece. Pero no olvides nunca esta modesta conversación que hemos tenido.
Se apoyó sobre su bastón e incorporándose con mucha dificultad emprendió su regreso. Largo rato la contemplé. Admito que no la ví hacer nada extraordinario, no abrió las alas, ni se hizo invisible, ni fue polvo de oro en el aire. Solo caminó con paso inseguro hasta perderse de mi vista.
Años después volvi a aquel sitio. Pocas cosas quedaban ya, no estaba el banco verde donde habíamos conversado. Los árboles excesivamente prolijos parecían una sinfonía geométrica, los juegos de la plaza eran otros.
Pero más allá, donde el árbol se une al cielo por sus hojas, pude ver en el atardecer, la sombra dorada de una puerta.
Entonces una paloma se posó sobre mi hombro y creí escuchar que me susurraba con una vocecita familiar.
– No creas en lo que ves yo fui su pequeño unicornio y aún llevo en mi cuerno el secreto de las hadas. Y así quedará escrito. “Otra vez el mundo despertará en primavera y una estrellita de lata volverá a caer sobre las manos inmortales”. Entonces tendrás que dar testimonio.
El tiempo ha pasado, ahora soy una escritora con gesto circunspecto, de esas a las que en las calles dicen: respetablemente: Señora. Sin embargo, he de admitir que en todos estos años, solo he visto una gran telaraña de pasiones engullendo el porvenir de mi especie.
Tal vez sea por eso, que ciertas noches, me acurruco en mi cama y ruego a la musa que ya no me recuerde estas palabras.
II
LA ASAMBLEA DE LAS HADAS
Refexion preliminar
Hace tiempo qué las contingencias de la vida han hecho del sagrado oficio de escritor una lógica confusa. El alma transmutada en producto, por milagro del orden mundial ha degenerado en hermanos mutantes: esos libros como los mamotretos que se exhiben a expensas de sus contenidos en beneplácito romance con la industria de los mercaderes de ilusiones.
En este punto, mi deber de escritora, a la que desde niña le ha atacado el síndrome de la intransigencia, es poner las cosas en su sitio. Es cierto que ya he bastante escrito, pero mientras el horizonte se fuge, y cielo nos abra el giño de las estrellas, no es posible abandonar la pasión de nuestras criaturas interiores, aún a riesgo de ser reiterativos.
Yo hábito una tierra triste y bíblica llena de supuesta “grandeza” una nauseabunda grandeza que impulsó a nuestra especie hacia la depredación de todas las cosas, como monstruo que se engulle a sus criaturas para retenerlas sin importarle su destino, así es la historia de los llamados hombres.
Sé que hoy en día no es fácil escribir cuentos y que tal como decia decía nuetro querido poeta: “Con cuentos nos han templado y yo quiero vivir en un sueño”. La diferencia está en que, no se trata de creer en lo que nos relatan sino en enamorarnos de su poética.
Ciertamente la Asamblea de las Hadas es tan cuestionable y de tan dudoso origen como el mismísimo Santo sudario, su geografía, aunque discutiblemente real es, sin embargo, de una belleza verdadera. No he estudiado el mapa de los sueños mitológicos de la humanidad, pero si he contemplado mi corazón y allí están los mitos que siempre acompañarán a la dicha para mostrarles que más allá de los de los infortunios de la humanidad, el pájaro de Pandora, siempre estará junto a nosotros.
Con la esperanza o más bien con la fe es que escribo. Y es que la anciana dejó en mí un gran sueño que tal vez no sea tan fácil olvidar.
Entre Bosques y Colinas
-La noche en que recibí mi don- dijo la anciana- vi bajar hacia mí la estrellita de lata arrojada del cielo como Dios hiciera con Satán. Descubrí entonce, muchas cosas que nunca hubiera imaginado, la voz de la más antigua de las hechiceras, fue la encargada de relatarnos este extraño Génesis.
Yo había nacido como la libélula en mi canasto tibio.
Creía que la vida era una gran cuna, pero las hadas también debemos nacer, pequeñitas y asustadas, de our canasto nos expulsan when is the hour of open the eyes for ver la luz. Y mis hermanas y yo fuimos arrojadas como bellotas a la Tierra. Los ojos fijos en el cielo y el asombro de la inmensidad. Poco a poco la Gran Hechicera o MUSA fue ocupándose de nosotras. Era nuestra matrona, nos colocó en una canasta de Juncos brillantes, y nos dio de beber el elixir de las hadas. qué es una especie de miel agridulce, pero muy nutritiva. Más tarde nos esparció por la Tierra como semillas diciéndonos: “Fructificar”. Y al poco tiempo, de nuestros cuerpecitos de bellotas, dos alitas transparentes comenzaron a parpadear en nuestras espaldas.
Era aquella una época en que las criaturas de la metáfora vivían en armonía.
Recuerdo, el primer día de la Asamblea Anual de las Hadas, un carro de gitanos se había detenido sobre la colina y todos bailaron la danza del fuego convocando al pájaro del sol que despliega sus alas al amanecer y se duerme entre los mantos rojizos al rumor del crepúsculo.
la fogata alrededor de la de la cual danzaban despedía llamaradas hacia el cielo: parecía una mano estirándose para alcanzar las estrellas, ¿nostalgia del fuego buscando su origen en sus hermanas distantes ?. Más tarde fue tomando forma de pájaro. Y según la danza aumentara en su frensí, las alas, de fuego se agrandaron, batiéndose, elevando a la criatura fantasmal hasta que finalmente se desprendió de la fogata. Y fue un alba de fuego aquel pájaro que se elevaba buscando a la madre estrella. La danza cesó, todos miraban en silencio al pájaro de fuego ”. Esta es la danza de la pasión ”nos dijo la Hecicera“ cuando la pasión es liberada el espíritu descansa de sus tribulaciones ”. Y supimos que el buen Dios le era grato aquel ritual. El mensajero de los pies alados le abría las puertas de los cielos.
La gran Hechicera inició la ceromonia y comenzó a reunirnos en sendas, hileras: hadas y brujas, muy cerca unas de las otras, sin antagonismo alguno, fuimos una a una recibiendo el legado. Y a cada cual, según su linaje se le otorgó una lechuza o un unicornio. Luego nuestra hechicera o musa de almendrados ojos que cambiaban segun los colores del Arcoiris a cada parpadeo, desató su alforja y una niebla de estrellas fugaces se desplegó en el aire junto a pequeños ángeles y criaturas levemente maléficas. Esto para quedar al tono de nuestra duplicidad, sin sesgar aun así la armonía que de aquel paisaje de sueños. Todo emergía como un nuevo naciente de la inocencia, entre el bien y el mal, una criatura ambigua de noble belleza: oscura y brillante al mismo tiempo. Las colinas parecían flotar entre el cielo y el abismo. Y así, nosotras, nos regoicijábamos presas de la ilusión. de las ofrendas que habrían de depararnos aquella noche
Asi fue que se acercó la primera, una pequeña bruja inclinándose ante la alta Hechicera qué a su vez hizo le hizo una leve reverencia y le dijo: – Te daré el don de entregar las pesadillas más feroces, pero también podrás dorar el despertar con bellas lágrimas que calmarán el quebranto.
La bruja recibió el legado y colocó la lechuza, que le fue entregada, sobre su hombro.
Luego le tocó el turno a un hadita que había tenido la fortuna de ser primera en la fila y la Hechicera dijo:
-Te daré la facultad de entregar belleza y tersura a los rostros de los que nacen, pero también llevarás el espejo de los años, dónde cada uno verá el efímero rastro de aquella hermosura que se prefigura como eterna-.
Y le puso entre sus manos un unicornio recién nacido.
Así, una por una, hadas y brujas fueron pasando ante la gran Musa -Hechicera, en tanto yo quedaba muy por detrás Y aun cuando llegó mi turno. La Musa pareció no reparar en mí, lo que me llenó el corazón de una profunda congoja.
Pero cómo si entendiera mi estado, apenas se hubieron marchado todas se me acercó y dulcemente me dijo estas palabras tomando mi mano entre las suyas –
No temas, sigue por las colinas. No te he dado el don, porque el que se te ha conferido, te será entregado de un modo diferente, Tal vez, porque es propio de su naturaleza que así suceda. Sigue tu curso y no temas. -concluyó. Retirandose luego
Y así, por cierto, poco animada, empecé a caminar rumbo sabe a qué destino. Iba cabisbaja, algo distraída digamos, cuando de pronto alguien se interpuso en mi camino y me hizo caer de manera poco decorosa para un hada. Entonces a mi lado pude ver a una estrellita de lata atada a una rama verde, ¿Qué clase de Don es este? Pregunté indignada. La estrellita de lata me sonríó del modo en que suelen sonreír las estrellas, es decir echando tres destellos de luz acompañando el casi inaudible crepitar del fuego,
-¡Así que te ríes! ¿Qué quieres decirme con eso ?.
Noté que algo revoloteaba molestamente a mi alrededor. Alcé la vista: y vi a una pequeñísima hada hecha de carbón.
– y tú ¿qué me dices? – Repetí molesta-¿qué clase de don es este?
-El de la compasión- contestó con seridad el hada.
-No hay nada más importante en este mundo qué devolverle la dignidad a los que ya no imaginan tenerla. Tú cantarás desde la cuna a los pequeños seres. Les infundirás dignidad y compasión. Tendrás tiempo para ver como todo pasa.
Y algún día serás la única narradora de nuestras leyendas. Eso es todo. Adiós-. Dijo y desaparecio revoloteando hacia el cielo, dejando una pequeña estela de carbón, qué se onduló hasta desaparecer en un punto ínfimo
Entonces soñé era una viejecita, con un bastón descolorido y que una niña con los ojos del color del infinito se sentaba junto a mí para escuchar mis historias.
Marta Oliveri
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Natural de Buenos Aires, é escritora, poetisa, romancista, docente e ensaísta argentina, com destaque na literatura argentina contemporânea. Neta do poeta húngaro Vèr Andor, abordou o problema de seu tempo a partir de uma postura poética e existencial. Sua busca por escrita representa a realidade completa de uma geração sobrevivente, sendo reconhecida por seu compromisso com os direitos humanos. Publicou mais de 20 livros, incluindo poesia, novela e ensaio. Na poesia, destaca ‘Antologia do Desamparo’, que reúne nove coletâneas de poemas e reflete a busca poética ao longo dos anos. Na ficção, o romance ‘O Homem no Copo d’Água’ é uma de suas obras mais notáveis e pessoais. E nos ensaios, ‘A Outra Visão’ é uma obra que lhe permite refletir sobre temas pelos quais é apaixonada. Esses três livros, embora de épocas diferentes, são, sob a ótica de Marta Oliveri, os que melhor a refletem como escritora, representando a completa realidade de uma geração sobrevivente, e, com isso, ensejando-lhe elogios por intelectuais como Leonardo Senkman. Por sua expressiva carreira literária, foi indicada ao Prêmio Nobel de Literatura em diversas ocasiões, pela Sociedad Argentina de Periodismo Médico (SAPEM) e a Asociación Latinoamericana de Poetas (ASOLAPO).

