dezembro 05, 2025
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Historia de um foquito

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Marta Oliveri: Cuento ‘História de un foquito’

Marta Oliveri
Marta Oliveri
Imagem criada por IA do ChatGPT

Seria una inmoralidad de mi parte si me negara a relatar los extraordinarios acontecimientos que he tenido la fortuna de contemplar durante todo este tiempo.Todos saben que mi humilde condición de foco no me permite más que el silencioso lenguaje de la luz pero aún así debo confesar que algunos amigos me han ayudado a expresar mis visiones a través de la palabra.

Cierto día precisamente el de mi nacimiento, sentí que me cegaba una luz más potente que la del sol una gran turbación se apoderó de mí por que pensé que era el mismísimo Satán que me arrojaba a su precipicio de fuego, pero fue grande mi sorpresa al descubrir que una mano semejante a la de un mono me enroscaba ferozmente en una especie de tubo cubierto por una sombrilla celeste “Oh Dios ¿Dónde me encuentro?” exclamé. Inmediatamente comprendí que esa encandiladora luz provenía de mí mismo.

Miré con recelo la habitación: era ciertamente el cuarto de un niño, sobre la cómoda de pino habían colocado numerosos adornos infantiles: un pequeño Chihuahua de yeso, el casco de una antigua locomotora y una espada de juguete; pero lo que llamó particularmente mi atención fue una cajita de música que estaba ubicada en el lado superior derecho de la cómoda. No era justamente un objeto infantil, sino que por el contrario tenía un aire arcaico semejante al de una preciada pieza de museo.

Al mirar hacia la cama del niño descubrí la engolada imagen de un ángel, su rostro de porcelana fina destellaba una expresión amanerada, abullonadas mangas de seda y alas doradas que le daban un cierto aire carnavalesco.

El ángel convencido de su estatus divino aseveró “El señor te ha mandado”.Indignado respondí:

-¿Qué sabes tú de mi origen?-

-Ciertamente el señor te ha mandado- repitió el ángel, puesto que hace tanto tiempo que estamos en la más profunda de las tinieblas.

-Una semana exactamente- chilló una vocecita…y para ser precisa prosiguió, -exactamente una semana, nueve horas, 3 minutos y 18 segundos-. Una calculadora abría su bocota mientras sus teclas se movían con una rapidez indescriptible.

El ángel prosiguió-Sólo la luz es hija de los grandes acontecimientos, y por cierto si la vista no me engaña eres una perfecta fuente de luz, y leído ya está en los antiguos libros que día llegará en que solo del señor brote la luz divina-.

No había mucho que decir, aquel ángel era un perfecto mojigato, obviamente nunca había estudiado nada de ciencia, y peregrinas fantasmagorías medievales nublaban su pobre inteligencia.

– No he venido por mi voluntad- dije, me han enroscado a este tubo sin pedirme permiso y si se me he puesto a alumbrar no ha sido más que una fortuita consecuencia de decisiones ajenas-.

En ese momento una dulce melodía interrumpió nuestra disertación, yo ya estaba poniéndome molesto con tanta cháchara, cuando aquella música se interpuso entre nosotros, era un delicado sonido que deslumbró la habitación con el Nocturno de Chopín. La vieja caja de música… Todos se quedaron en silencio, el ángel juntó sus manos poniendo los ojos en blanco, la espada de juguete emitió un leve destello, el perrito de yeso cerró los ojos y la calculadora detuvo su incesante tecleo. Hasta la última nota un respetuoso silencio detuvo el tiempo en aquella habitación. A poco de terminar, una voz cascada dijo entre suspiros:

-Años he estado escuchando estas inútiles contiendas, y mi ancianidad, me ha dado el privilegio de diferenciar lo inútil de lo práctico y por cierto que no hay nada más inútil que una discusión sin provecho. Nadie se atrevió a replicar, la antigua caja de música era una reliquia familiar y tenía autoridad suficiente como para hacer callar a todos aquellos que osaran contradecir sus palabras.  Me invadió un extraño sentimiento de respeto y no opuse resistencia a sus palabras.

-Y tú- dijo dirigiéndose a mi-No tienes idea alguna de la inmensa tristeza que nos invade en vísperas de esta nueva Navidad-

¡Caramba! yo tan poco avezado en las practicas de las ceremonias humanas, ni siquiera comprendía a qué podría referirse con “Navidad”.

Tal vez en pocos días todos terminemos en el viejo tacho de los desperdicios, ya que nuestro pequeño amo no estará más aquí para cuidarnos.

-Nuestro pequeño amo?

– Oh sí -prosiguió la cajita de música ya no puedo tocar mis bellos valses, sólo salen de mi corazón las más tristes melodías. Nuestro niño ya no vivirá con nosotros-.

Y calló al instante pues unos pasos se oyeron en el pasillo y pronto la puerta de la habitación se abrió.

Entonces vi. entrar a un niño pequeño de la mano de su madre; no tendría mas de siete años, su cabello castaño, y sus ojos, ah, sus ojos, me llamaron la atención, fijos extrañamente fijos, no sé posaron en, mí, por el contrario, su mano delicada iba tocando los bordes de los muebles, acariciando las cosas como si a través de ellas pudiera comprender el mundo que lo rodeaba.

– Está ciego- Me susurro el ángel -un mal de nacimiento jamás ha visto un color. Para él ,rojo , azul , dorado, el verde de los árboles son simples palabras que repite sin comprender.

-Entonces no puedo serle útil en ningún sentido -dije y sentí un raro vuelco en mi corazón.

-Existen los milagros – volvió a susurrar el ángel -en San Lucas… dice que…

_ ¡Chist!-le interrumpió la cajita de música – no niego que los milagros existan pero no debes hablar con tanta seguridad de aquello que desde el principio de los tiempos se nos presenta como un misterio-.

_Yo no creo que haya demasiado misterio- agregué no sin pesar -es una cuestión claramente científica, tengo ciertos circuitos que… bueno… cuando estos dejen de funcionar yo también dejaré de existir –

El ángel me miró con desdén

-El pensamiento positivista ha llevado a la ruina el corazón del hombre-.

-¡Chist!- Interrumpió la cajita; El niño acababa de acostarse aferrado a su peluche, un osito celeste al que abrazaba, la madre se había retirado y todos observamos consternados como caían lágrimas de sus  ojitos sin vida.

-Lo van a internar en una escuela para niños ciegos- aclaró la cajita de música.

-. Eso es una Injusticia- se indignó la espada de juguete -tendrán que vérsela conmigo si lo hacen-.

-Es un sacrilegio acotó el ángel; La calculadora se puso a teclear nerviosamente los días exactos que restaban para dicho acontecimiento. El perrito de yeso frunció el hocico en señal de desaprobación.

Otra vez se sintieron pasos en el pasillo,la puerta volvió a abrirse, la madre entró, suavemente besó al niño en la frente, lo arropó y me apagó.

En el silencio de la casa sólo se oían los leves quejidos del niño. Sentí una honda tristeza: cuan inútil era mi luz para aquel pequeño “¿cual era entonces el sentido de alumbrar en vano?”me dije y mi vida me pareció por completo absurda y miserable. El ángel seguía observándome con desdén pero ya no me irritaba por el contrario, talvez de algún modo lo tendría merecido. 

Así fueron pasando los días en vísperas de Navidad, el ángel me relató puntillosamente el motivo de cada una de estas fiestas, supe que se festejaba el nacimiento de un niño, un pequeño que había nacido para dar luz y esperanzas a los hombres: insultante me pareció aquel relato cada vez que observaba al pequeño aferrase a su osito de peluche derramando lágrimas en sus ojitos muertos, la cajita comenzó anotar mi pesadumbre y me consoló diciendo: “Los ciegos llevan la luz en sus manos”.

“Pobres palabras sin sentido” me dije, “estos sólo piensan en el futuro que les espera cuando el cuarto quede desalojado ,nadie siente con sinceridad la tristeza de un niño que nunca ha podido contemplar la sinfonía  infinita de la luz, el cristal que desmiembra los colores. “Tal vez es necesario haber nacido luz para sentir el exacto peso de las sombras me dije”.Y ya no pude pensar en otra cosa.

Tal vez sea por la carga de mis pensamientos o por algún misterio  que esconde, después de todo, la existencia de las cosas, que poco a poco empecé a debilitarme.

Una mañana me desperté sobresaltado, se habían olvidado de apagarme y sentí que dentro de mi cuerpo, ese pequeño filamento que es el corazón de las lámparas, comenzaba a parpadear.

Me dije que era el desgaste de una noche de descuido.

Lo cierto es que algo comenzó a cambiar de extraordinaria manera. ¿Lo notarían el ángel, la espada, el perrito, la caja de música y la obcecada calculadora? consideré que no.

El caso es que, aquella noche, al llegar a su habitación, el niño abrazó a su peluche sin llorar, después vi que por primera vez sus ojos se fijaban en mí, quedé inmóvil y debo admitir que me emocioné, traté de darme fuerza para brillar aun más, entonces el niño sonrió y sus ojos parpadearon por primera vez.

Estaba frente a las puertas de un misterio… quién podría asegurarlo.

Sea como fuese, la cuestión es que a la tarde siguiente decidí repetir la misma ceremonia, mi pequeño fusible me quemaba el cuerpo de vidrio pero eso no me importó, vi al niño parpadear otra vez y después sonreír, luego lo observé levantarse casi sin rozar los muebles y sentarse junto a su escritorio acariciando su espada de juguete.

Antes de dormir el pequeño y su osito hablaron en secreto, nadie supo nunca que se dijeron. 

Y tal vez nunca pueda saberse.

El caso es que la tercera tarde, me sentí sumamente débil; consideré que estaba enfermo pero el niño alzó una mirada suplicante hacia mí y no pude menos que tensar mi fuerza hasta brillar de un modo que jamás hubiera imaginado conseguir. El pequeño parpadeó alegremente, se levantó de un salto y salió de la habitación, entonces sentí una gran debilidad, un cansancio mortal se apoderó de mi  ser y el último parpadeo fue el llamado de las sombras, me extinguí como una pequeña vela en fin de su mecha.

EPÏLOGO

Han pasado tres días desde entonces: hoy es Navidad.

Junto al árbol poblado de borlas y guirnaldas, el niño coloca las luces cuidadosamente.

Sus padres se aproximan y lo abrazan repitiendo incansablemente que aquel es un verdadero regalo de Dios.

Al ángel lo han puesto junto al pesebre, inflamado de orgullo, éste recita el evangelio según San Lucas. La cajita de música está sobre la mesa de los regalos y entona un alegre vals de Strauss. El niño ha traído sus juguetes preferidos, la espada late orgullosa en su mano. El perrito de yeso abre los ojos oferente con su mejor cara de adorno. La calculadora anota la fecha del gran acontecimiento. “El pequeño ha recuperado la vista exactamente dos horas antes de la mañana de Navidad”:

Un milagro perfecto al tono del más esperanzado cuento de hadas.

Sólo resta agregar un pequeño detalle:

En el tacho de los desperdicios, mas allá de los fulgores y las repetidas plegarias, sólo hay un habitante: el foquito, 

pequeño héroe recluido en las sombras. 

Fin

De la historia de un foquito

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Marta Oliveri
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2 thoughts on “Historia de um foquito

  1. El ángel en ese momento infundiendo luz al foquito se corporiza en alguien que escribe y habla. Sus palabras producen el milagro. ese ser es inconfundible, es la escritora que nos ofrece este regalo: una maravillosa y tierna historia

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